Dicen que por los lujosos pasillos del Hotel Opryland en Nashville, Tennessee, pena una mujer fantasma conocida como Lady in Black. Quienes se han encontrado con ella cuentan que es de aspecto más bien terrorífico —un vestido negro vaporoso complementa su imagen gótica sureña. Los empleados del hotel aseguran que no hay que tenerle miedo, que ella se contenta con observar a los huéspedes y a los turistas que recorren el icónico lugar atraídos por sus fuentes y jardines exóticos.
Más abajo en el mismo continente (o en uno diferente, según en qué país hayas estudiado geografía) se escuchan historias de un personaje similar. Excepto que esa otra aparición no se conforma con solo observar a la gente. Es más tradicional en su ocupación de fantasma y en sus mejores momentos se dio gusto aterrorizando y causando revuelo en las calles guayaquileñas.
No es otra que la Dama Tapada, una mujer fantasma que comenzó a penar en la ciudad de Guayaquil allá por el año 1700.
Casi todas las versiones de la leyenda de la Dama Tapada la describen como una mujer de figura esbelta (la figura siempre es esbelta en el caso de las almas en pena femeninas) que lleva el rostro cubierto por un velo oscuro. Con la misión de interceptar y seducir a caballeros a la salida de las tabernas, cuentan que la Dama iniciaba su recorrido a partir de la medianoche. A esa hora en que las escasas farolas de aceite esparcían por las calles adoquinadas un resplandor siniestro: el ambiente perfecto para salir de caza.
Los pobres señores, que bien sabemos carecen de control ante las artes seductoras de las bellas damas, seguían como en un trance a aquella mujer espléndida que los llevaba por callejones apartados y oscuros. Una vez que tenía arrinconadas a sus presas, la Dama Tapada se volteaba para mostrar su rostro: una calavera en la plenitud de la putrefacción femenina.
Como sucede en toda buena historia de espanto, aquella experiencia aterradora, o bien mataba a los señores de un infarto, o bien los dejaba traumatizados por un largo tiempo (les regalaba también tremenda anécdota para algún día asustar e impresionar a sus nietos). Imaginemos el pánico que causaron aquellos encuentros: “Cuidadito señores… esto es lo que les puede ocurrir si no regresan directamente a sus casas después del trabajo”.
Pero al parecer, la Dama Tapada se cansó de las calles guayaquileñas y de repente no se la vio más por la ciudad porteña. Se reportaron avistamientos esporádicos en el resto de Ecuador y países vecinos, pero con el tiempo, ¡puf! Por supuesto que un alma en pena que encuentra tanto placer en el mundo de los vivos no elegiría desaparecer así nada más —eso no tiene ningún sentido. La explicación es mucho más simple y es que al igual que varios de nosotros, la inquieta Dama decidió partir rumbo al Norte.
Luego de que a Felipe V se le antojara hacer de El Callao el puerto principal, Guayaquil comenzó a perder ese esplendor que había resultado atractivo para la Dama Tapada. El brote de fiebre amarilla de 1742 que arrasó con la mitad de la población acabó por convencerla. ¿Cuál era la diversión de penar calles desiertas? ¡Goodbye, Perla del Pacífico! Podemos imaginar a la Dama explorando a través de las décadas las calles de Florida, Alabama y Georgia (todas ellas rebosantes de fantasmas como bien se sabe) hasta acabar en la capital de Tennessee. Privilegiada por su estatus de puerto —un centro ferroviario importante también—, a partir de 1779 la ciudad de Nashville experimentó un crecimiento que no pasó desapercibido para nuestra fantasmagórica viajera.
Otro atributo importante: el Río Cumberland que atravesaba la ciudad. Después de todo, las aguas del Río Guayas nunca dejarían de habitarla.
Como una marejada, el alboroto de la vibrante capital sureña continuó en aumento a través de los siglos (recordemos que el tiempo no funciona igual para los fantasmas) y acabó por seducir a la Dama Tapada.
Y allí se quedó.
A recorrer las calles llenas de gente, llenas del ruido de parlantes que explotan con música desde todos los rincones. La medida perfecta de movimiento y locura, sin desbordar, como pasa en las calles de las grandes urbes de Latinoamérica y Estados Unidos —esas en las que hasta los fantasmas caminan apretujados.
En Nashville hay espacio para todos: ¡Welcome Y’all! Tanto vivos como muertos.
La ciudad los recibe con un shot de whisky y la música más entretenida del mundo. Imposible para la Dama no enamorarse de la música country: canciones pegajosas y simples que vibran en el alma con remembranzas de sweet tea, trucks y amores en graneros.
Eso sí, ni siquiera los fantasmas pueden escapar las regulaciones de este país y a la Dama Tapada no le convalidaron la licencia ecuatoriana para ir asustando a hombres parranderos. Con el pasar del tiempo, también acabaron por prohibirle el uso del velo (cuidado y la fueran a confundir con una terrorista) por lo que llegó un momento en que su nombre dejó de tener sentido. Por suerte, cambiarse el nombre aquí es de lo más fácil y la creatividad es el límite a la hora de elegir cómo te vas a llamar dentro de tu American Dream.
¡Welcome to the USA, querida Lady in Black!
Y ya que no la dejaban espantar, se le ocurrió que su nuevo pasatiempo podía ser el people-watching, muy fructífero por la cantidad y variedad de gente que llega a la ciudad de la música desde todos los rincones del país y del más allá.
Quizás la razón por la que el Hotel Opryland se convirtió en uno de los lugares favoritos de la Dama Tapada sea el sonido persistente del agua. Ese que borbotea en las fuentes y los estanques del lobby y que acecha cada rincón. El agua, siempre el agua, porque a pesar de que es feliz en su hogar sureño, no olvida la sangre guayaquileña que alguna vez recorrió sus venas y esa nostalgia a veces la lleva de regreso a las calles que solía penar. Tan diferentes ahora pero todavía impregnadas del olor y la tibieza del río.
Después de divertirse observando a la gente en el hotel, a la Dama le gusta pasear a lo largo del Riverfront Park y ver las luces de los edificios derramarse en el río como acuarelas iridiscentes. Cuando tiene ganas de escuchar música country tradicional, atraviesa las paredes de los honky tonks donde puede ver a las parejas mayores bailar el country-two-step: bailes de antes, amores de antes.
Si en cambio le provocan las tonadas modernas, se aparece en los bares de la calle Broadway. Disfruta ver a los jóvenes (y a los no tan jóvenes) emborracharse y corear los últimos country hits de la radio junto a bandas que sueñan noche a noche con ser descubiertas.
Afuera del Legends Corner, uno de los icónicos honky tonks en downtown Nashville, se encuentra un mural: un grupo de estrellas de la música country regala a su público enormes sonrisas desde una mesa en algún bar de otra dimensión. Si te concentras, seguramente podrás ver allí a la a la Dama Tapada. Le gusta contemplar el mural durante horas, imaginar que puede entrar en aquel mundo y ser parte de la fiesta. Sentarse junto a Garth Brooks y Johnny Cash, conversar con Dolly Parton y Loretta Lynn. Intercambiar con esos personajes historias de seducción y de vidas pasadas. Transmitirles un chorrito de su energía guayaquileña.
Ansía, más que nada, agitar el Río Cumberland con el eco de las aguas y los manglares del Río Guayas.
Melanie Márquez Adams is an Ecuadorian American writer, author of Mariposas Negras, a short story collection, and Querencia, a collection of personal essays. She is an Iowa Arts Fellow and an International Latino Book Award winner. More recently, her work has appeared in The Laurel Review, Asterix Journal, Lunch Ticket, and Escritorxs Salvajes: 37 Hispanic Writers in the United States. Melanie holds an MFA in Spanish Creative Writing from the University of Iowa.
Photograph by Nadia Jamnik
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